FORTIFICACIONES VENECIANAS DE DEFENSA DE LOS SIGLOS XVI AL XVII: STATO DA TERRA – STATO DA MAR OCCIDENTAL
PATRIMONIO CULTURAL, SERIAL, TRANSNACIONAL
El Michele del que se habla es Michele Sanmicheli, probablemente el hombre que más huella ha dejado en Europa en el campo de la arquitectura militar. Sanmicheli nació entre 1484 y 1488 y murió en Verona en 1559; durante su vida viajó por toda Europa y especialmente por el Mediterráneo, diseñando y construyendo fortalezas o estudiando las que encontraba por el camino. Las cualidades que el marqués Sforza Pallavicino le reconocía son básicamente las mismas que la UNESCO señala como motivos para inscribir las obras de defensa venecianas de los siglos XVI y XVII en la Lista del Patrimonio Mundial. De hecho, la mitad de las fortalezas (tres de seis) incluidas en el sitio de la UNESCO llevan la firma del arquitecto veronés. El sitio serial transnacional consta de seis estructuras en Italia, Croacia y Montenegro. Entre las italianas –las murallas venecianas de Bérgamo, la fortaleza de Palmanova y la fortaleza de Peschiera del Garda–, solo esta última es obra de Sanmicheli; pero todas, de alguna manera, llevan la marca de la influencia, del estudio y del trabajo de uno de los más grandes ingenieros del Renacimiento.
IMPRESCINDIBLE
«Friul, la ‘marca oriental’, fascinante y para la gran mayoría desconocida, fascinante debido a su aislamiento arcaico (se tiene la impresión, visitándola, de estar más allá de la Gran Muralla), repite acentuándolo el sentimiento general del pueblo véneto: sueña con ser un mundo [...].»
Existe un punto fronterizo exacto para entrar en esa «marca oriental» mencionada por Guido Piovene en Viaggio in Italia: Palmanova. Se tiene una viva impresión de esta tanto cuando te acercas a la ciudad desde lejos, anunciada por las murallas en forma de cuña construidas como refuerzo por Napoleón entre 1806 y 1812, como cuando te encuentras en su centro, punto de fuga de decenas de calles rectilíneas «tan bien dispuestas», como escribe Carlo Goldoni en sus Memorias en 1787, «que los extranjeros vienen a verlas aposta».
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«Por aquel entonces llegó a Trieste [...] el general
veneciano de Palmanova, que era un patricio de
la familia Rota, [...] me presentó a sus excelencias
venecianas, que parecieron sinceramente
sorprendidas de verme en Trieste.»
Desde su construcción, en 1593, y durante más de un siglo la fortaleza de Palmanova fue cuidada por la Serenísima como su mejor perro guardián y mirada con recelo por el Imperio Habsburgo, con temor por los señores feudales de Friul y con interés por arquitectos e ingenieros de todo el mundo. Palmanova fue una máquina de guerra, única en su especie, superditada desde su nacimiento a las necesidades de los soldados, que con el paso del tiempo –además de sólida fortaleza– se convirtió también en comunidad. Los provveditori venecianos, altos funcionarios encargados de supervisar los asuntos estratégicos, tenían, por tanto, que tener en cuenta el estado de ánimo de la población residente. No obstante, Palmanova no vio la luz como ciudad-comunidad hasta más tarde, con el establecimiento del Monte di Pietà, en 1666, y el Ospedale dei Poveri, en 1772, hoy Ospedale Civile, uno de los mejores de Friul-Venecia Julia. En 1775, año del encuentro descrito en la biografía de Casanova entre este último y el provveditore Francesco Rota, el Senado acordó reconocer a la comunidad un alto grado de autonomía que, sin embargo, duraría poco. Siguieron luego años de decadencia, tanto civil como militar, de los que nació la ciudad actual.
IMPRESCINDIBLE
«Estar en Bérgamo Alta es como estar en esas ciudades en miniatura que sostienen en sus manos los santos patronos como una hermosa bandeja, y en torno a ella queda un vacío. Así, alrededor de la Città Alta hay un anillo de vacío, que es aire, cielo, y quizá nubes, viento [...].»
Así es como describe Cesare Brandi, en sus Terre d’Italia, Bérgamo Alta. La «hermosa bandeja» de la metáfora es el imponente sistema de bastiones, garitas, cañoneras, polvorines y baluartes que recorren los cerca de 6 km de murallas, erigidas a partir de 1561 por la Serenísima para rodear Bérgamo con un abrazo seguro y disuadir a cualquier asaltante. Más de 250 edificios, entre ellos la muy venerada catedral, fueron demolidos para su construcción, pero ningún ataque ni asedio se atrevió a desafiar el ingenio veneciano, y cuando los franceses entraron en la ciudad en 1797 lo hicieron por las puertas, sin derramamiento de sangre. Las murallas de Bérgamo, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 2017, se abren mediante cuatro puertas situadas en los puntos cardinales, coronadas por el León de San Marcos. A menudo pasadas por alto a fin de alcanzar inmediatamente el encanto de la ciudad alta, el paseo a lo largo de su perímetro, disfrutando de unas vistas celestiales de la ciudad baja y los valles que se extienden hacia el norte, es, sin duda, una cita imperdible.
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«Hay en medio un lugar al que el trentino
pastor —y el de Verona y el bresciano—
bien puede bendecir, si hace el camino.
Se halla Peschiera, bello y fuerte arnés
contra bresciana y bergamasca gente,
a la ribera baja muy cercano.
El caudal que el Benago no consiente
en su seno, conviértese allí en río
que entre pastos desliza su corriente.
Tan pronto como el agua cobra brío,
con el nombre de Mencio es designada
hasta Governo, donde su albedrío rinde al Po.»
La posición estratégica de Peschiera del Garda, situada entre Venecia y los territorios occidentales más allá del río Mincio, y su papel como nexo fundamental no fue un descubrimiento de los venecianos: de hecho, ya estaba clara desde hacía tiempo, como demuestran las palabras de Dante, casi doscientos años más antiguas. Siguiendo con la poesía, el lugar también es estratégico para la naturaleza y sus ciclos: en su Carmina, Catulo considera que las anguilas que se agrupan cada año en Peschiera atraídas por su innato sentido del mar (que encuentran buscando el Mincio, emisario del lago de Garda y afluente del Po) son los regalos que Benaco hace a su amada Ichtya. Volviendo a los venecianos, la fortaleza que construyeron en Peschiera se caracterizaba por una planta pentagonal –única en el contexto lacustre– y por una estructura fortificada que originalmente abarcaba todo el emplazamiento y que era tanto terrestre como acuática, incorporando elementos como el Canale di Mezzo, un brazo del Mincio navegable desde la época romana.
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Los sitios italianos Patrimonio de la UNESCO se cuentan a través de las palabras de grandes escritores que han celebrado su historia y belleza
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«‘¡REMONTARÉIS EL ADIGE HASTA VALPOLICELLA! DESDE ALLÍ, POR TIERRA, LLEGARÉIS AL LAGO DE GARDA’. [...] Y ASÍ, EL CAPITÁN PAPERIN DE LA VENTURA Y SUS VALIENTES ARMEROS AFRONTAN LA EXTENUANTE HAZAÑA DE REMONTAR EL ADIGIO CON UN GALEÓN DE GUERRA, ¡CARGADO DE PODEROSOS CAÑONES!»
RECOMENDACIONES DE LECTURA
Recomendaciones de lectura para moverse entre Bergamo, Peschiera y Palmanova.
- La Divina Comedia, Dante Alighieri (1314-21). Dante se detiene en el carácter casi extraterritorial del lago de Garda en el canto XX del Infierno, donde relata las desventuras de adivinos y encantadores en el octavo círculo (Malebolge).
- Vidas de los mas excelentes pintores escultores y arquitectos, Giorgio Vasari (1550). Colección de biografías de los artistas italianos del Renacimiento, en la que también se incluye a Giotto y Cimabue, considerados precursores. Es un libro de historia del arte, pero también un testimonio de la cultura intelectual del Cinquecento.
- Historia de mi vida, Giacomo Casanova (1825). La historia de la vida de Casanova no es únicamente aquello que su fama puede hacer pensar, sino –y sobre todo– el relato de la existencia de un viajero incansable que recorrió toda Europa.
- Los novios, Alessandro Manzoni (1827). Bérgamo y el Bergamasco bajo dominio veneciano son uno de los escenarios recurrentes de Los novios. El Bergamasco se convierte en escenario directo de la novela a partir del capítulo XVII, cuando Renzo, buscado por la justicia, se refugia en el Estado veneciano donde es acogido por Bortolo. Este le explicará algunos mecanismos de la política económica de la ciudad de Bérgamo y de la República de Venecia.
- Memorias, Carlo Goldoni (1787). Escrita en francés en 1787 y traducida al italiano en 1888, la vida de Carlo Goldoni, importante comediógrafo veneciano del siglo XVIII, fue aventurera y llena de enredos. Los recuerdos recogidos en la primera parte del libro, además de relatar la vida del artista, trazan un perfil bastante completo del mundo settecentesco, desde los modos de vida hasta los medios de transporte. La segunda parte, en cambio, es una colección de los prefacios de las comedias.
- Viaggio in Italia, Guido Piovene (1957). Tras recorrer el Bel Paese durante tres años, Piovene escribió este reportaje único y superdetallado, considerado un clásico de la literatura de viajes italiana. De los Alpes a Sicilia, pasando también por la Llanura Padana, la mirada del autor es una invitación al descubrimiento de nuestras maravillas.
- Terre d’Italia, Cesare Brandi (1991). Viaje a lo largo de la península con una mirada especialmente sensible al valor artístico y arquitectónico de los lugares. El historiador del arte dedica a Bérgamo un breve capítulo que revela la gracia única de las dos ciudades: la alta y la baja.
Para los más jóvenes:
- Paperin de la Ventura (Topolino n. 1429, 17 de abril de 1983). En el año 1439, en el escenario del lago de Garda, Paperino lleva a cabo la hazaña de la Serenísima República como «Paperin de la Ventura», al frente de un valiente grupo de soldados que remonta el Adigio a bordo de un galeón de guerra. La misión consiste en llevar la nave hasta el lago, a fin de socorrer a la aliada Brescia de los propósitos expansionistas de los Visconti.
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